Título: El Zarco
Autor: Ignacio Manuel Altamirano
El
Zarco narra la historia de amor que surge entre la muchacha más hermosa y cuidada
del pueblo de Yautepec de nombre Manuelita, y el jefe de la banda de bandidos
los plateados, que tuvieron bajo su yugo la Tierra caliente al sur del Estado
de México durante la guerra de la Reforma en 1861.
Es un
pueblo ubicado en la carretera libre de Cuernavaca, rumbo a Tepoztlán. Las
casas están decoradas con colores chillantes y crecen durante todo el año,
naranjos y limoneros.
La población es tranquila, laboriosa, pacífica, sincera, sencilla y
hospitalaria. En el aspecto político, dependen de Cuernavaca (Morelos).
Una
noche de agosto de 1861, la población se resguardaba temprano en sus casas por
el terror que les tenían a los bandidos, conocidos comúnmente como los plateados
pues éstos realizaban impunemente saqueos, matanzas, raptos, incendios y
exterminios en los pueblos y haciendas aledañas al sur del Estado de México.
Yautepec no estaba exento de dichos asaltos, así que de día colocaban vigías en
las torres de las iglesias para dar aviso a la población de la llegada y
partida de bandoleros, de esta forma, los habitantes de Yautepec tenían tiempo
de esconderse en sus casas y las iglesias. Pero esto de noche era imposible,
así que estaban siempre expuestos.
La guardia civil no podía intervenir porque el país se encontraba en medio de
una guerra civil, dejando así a los bandoleros actuar libremente. Este crimen
fue introducido al país por el español Cobos, y los bandoleros eran conocidos
como los plateados por su vestimenta
-semejante a la del charro actual- cargada de adornos de plata.
En un
huerto en Yautepec, vivían Manuela –joven de 20 años, tez pálida, ojos negros,
cejas aterciopeladas, cabello negro y con aspecto aristocrático- y Doña Antonia
–madre de Manuela, anciana de buenas costumbres y honrada. Esta última tenía
una ahijada más o menos de la misma edad que Manuela, Pilar –joven morena
criolla que denuncia a la hija humilde del pueblo y con carácter opuesto a
Manuela- que era huérfana pero Doña Antonia se había encargado de cuidarla
desde pequeña.
En el jardín Pilar y Manuela tejían guirnaldas de rosas y azahares cuando Doña
Antonia le reprochó a su hija el rechazo que le tiene a Nicolás, un muchacho
del pueblo y herrero de la hacienda de Atlihuayan, que desea casarse con ella.
Manuela sólo siente repulsión y descontento por el herrero, lo considera un
indio horrible y molesto a Pilar porque comprende que ella sí está enamorada de
Nicolás.
Doña Antonia trata de convencer a su hija de las ventajas de casarse con Nicolás,
pues es un hombre honrado y bueno, que además protegería a Manuela de los
plateados y la llevaría lejos de los peligros de Yautepec. No obstante estos
argumentos no son válidos para Manuela, quien sólo reafirma su rechazo y
repulsión hacia el herrero que la ha cortejado desde un tiempo atrás. De
pronto, llaman a la puerta y Pilar avisa que Nicolás acaba de llegar.
Desafortunadamente,
nuestros Padres o Tutores en la época de la de Reforma las jóvenes eran
obligadas a casarse con quien los padres les decían y mas sin embargo en la
actualidad todos somos libres de elegir con quien nos casamos y siempre debe de
ser por amor.